Esta Semana Santa ha sido muy especial para los animadores de Citycentro, ya que la hemos podido vivir de una manera nueva para nosotros. Durante cuatro días (del Jueves Santo al Domingo de Resurrección), estuvimos conviviendo en el albergue salesiano de La Adrada (Ávila) con gente de muchísimos Centros Juveniles para celebrar la Pascua. Concretamente, era la de nivel 2, y nos juntamos más de 130 personas que hicimos de esta Pascua una experiencia inolvidable.
Sobre las nueve de la mañana del jueves comenzaba nuestra aventura. El autobús, que partió desde Atocha (punto de partida para todos los centros), nos dejó en La Adrada sobre el mediodía. Una vez allí, tras haber dejado nuestras cosas, se nos presentó la Pascua y nos presentamos los diferentes centros que estábamos por allí. Después de comer, nos reunimos por grupos de Pascua, ya que al ser tantos de esta manera podríamos trabajar y reflexionar mejor.
El Jueves Santo terminó con la celebración de la Última Cena de Jesús, la cual incluyó el gesto del lavatorio de pies, realizado como muestra de agradecimiento y compromiso para el futuro por parte de los animadores más veteranos. La última oración del día nos recordó a Jesús rezando después de la última cena.
El Viernes Santo fue un día muy intenso. Por la mañana, por grupos, realizamos nuestro particular Vía Crucis, abandonando el albergue con una pequeña caminata y una reflexión en pleno contacto con la naturaleza, para darnos cuenta de cuáles son nuestras cruces. Al volver, por la tarde, tuvimos el acto en el que recordamos la muerte de Jesús. Fue muy emotivo e intenso.
El Sábado Santo fue un día de reflexión personal a través del sacramento del Perdón. El Sábado Santo es un día más tranquilo, no tiene tantas celebraciones, y por eso aprovechamos la mañana para limpiarnos de aquello que habíamos hecho mal. Por la tarde tuvimos una pequeña visita al pueblo de La Adrada; por la noche, la celebración más importante: la Vigilia.
La Vigilia fue la celebración de la Resurrección de Jesús. Comenzamos quemando todas nuestras cruces en una gran hoguera, para luego pasar a la capilla a realizar una celebración llena de gestos, lecturas y cantos, para finalmente celebrar que Jesús había resucitado. El ambiente se volvió más alegre, dejamos atrás la tristeza y tuvimos una fiesta durante la noche del sábado al domingo. Por la mañana, tocó volver a Madrid con la sensación de haber transformado nuestras vidas en algo mejor.
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